En el siglo XVI el Nacimiento o belén sería introducido a México por los misioneros españoles, algunos registros señalan que fray Pedro de Gante inauguró una escuela artesanal en Texcoco para enseñar a los indígenas el oficio de elaborar figuras para los Nacimientos; otros que el primer lugar donde se instaló un pesebre fue Acolman, pueblo mexiquense con una larga tradición alfarera.
El Nacimiento se arraigó y popularizó durante el siglo XVIII. Los artesanos mexicanos aprovecharon materiales como el barro, la pasta de caña, las hojas de maíz o totomoxtle, cera, madera labrada y laqueada, latón y papel maché para representar a los personajes convocados por el Arcángel Miguel al establo de Belén. Además aportaron elementos propios de nuestra cultura como la inclusión de traviesos diablitos y guajolotes o vestir a los pastores con calzón de manta y sombreros de palma.
Entre algunas de las expresiones más representativas de este trabajo artesanal, podemos destacar la bella y laboriosa manufactura de piezas realizadas con pasta de caña – técnica de origen prehispánico – de Pátzcuaro y Tzintzuntzan en Michoacán; los muy detallados Nacimientos de barro en Metepec, poblado en el Estado de México; las imágenes llenas de vida elaboradas con cera en talleres familiares de Salamanca en Guanajuato; los Nacimientos coloridos y policromados de Tlaquepaque y Tonalá en Jalisco; y los efímeros belenes tallados en tubérculos y adornados con Inmortales y hojas de totomoxtle durante la Noche de Rábanos en Oaxaca.
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